jueves, 31 de mayo de 2012

Encrucijadas entre religión y política en la Argentina contemporánea

Por César Ceriani Cernadas, Coordinador Académico Maestría en Antropología Social
Las relaciones entre religión y política constituyen un tema de amplia discusión en las ciencias sociales contemporáneas. Una variada gama de temáticas se han puesto de relevancia en estos análisis, donde podemos destacar las revisiones teóricas sobre la secularización, el espacio público y la narrativa de la modernidad, las indagaciones sobre los nexos entre adscripciones religiosas, identidades nacionales y violencia social y las aproximaciones a las múltiples formas religiosas de acción política, sea en el ámbito de las relaciones comunitarias o de la incursión en la política partidaria. En el contexto local los estudios sobre esta imbricación se detuvieron en investigar los perdurables lazos de la Iglesia Católica con matrices simbólicas e institucionales del poder nacional-estatal, como también las heterogeneidades de la imaginación y praxis política de agrupaciones católicas y grupos evangélicos en el contexto de una progresiva pluralización del campo religioso nacional. El retorno democrático de 1983 tuvo una progresiva incidencia no solo en la visibilidad e injerencia en el espacio público de diversas manifestaciones religiosas sino también en la renovación teórica de los estudios científicos sociales sobre dicha problemática. 
La sociología, la ciencia política, la historia y la antropología social han permitido en las últimas dos décadas profundizar en los aspectos generales y particulares, institucionales y cotidianos, económicos y simbólicos de esta interconexión. En esta complejidad de miradas interesa aquí focalizar una antropología simbólica sobre el vínculo entre religión y política. Nuestro marco de referencia se asienta en un proyecto de investigación grupal en curso, encaminado a investigar las articulaciones entre religión y cultura política en la Argentina contemporánea a partir del análisis de producciones discursivas, sensibilidades identitarias y prácticas de ritualización1 Luego de una breve presentación del tema teórico vinculante sobre la mediación simbólica del poder, señalaremos dos problemáticas contemporáneas que pueden ayudarnos a comprender formas sociales y definiciones culturales presentes en estas encrucijadas entre religión y política.

La mediación simbólica del poder
Los estudios antropológicos han revisado críticamente la ‘cosmología moderna’ y su visión del mundo social como un conjunto de esferas segmentadas y autónomas, clasificadas como religión, política, economía, derecho, arte, en aras de observar sus contingencias y mutuas constituciones en el marco de totalidades sociales específicas y dinámicas. En el dominio concreto de las interrelaciones entre religión y política, la exploración antropológica puso de manifiesto las formas en que ambas dimensiones de la vida social se intersectan en tres temas clave: la creencia, la representación simbólica y la organización del poder. Como sostuvo Georges Balandier, todo poder se construye “en la escena” y tanto la vida religiosa como la política actúan en el campo de la representación siendo allí esencial la pretensión de legitimidad. Esta convergencia central se expresa en el ejercicio del liderazgo y su control, en las construcciones individuales y colectivas del carisma, en las dinámicas de alianzas y competencias intergrupales, en las perfomances rituales que ratifican o disputan el poder establecido y en las prácticas de territorialización de las asociaciones religiosas y políticas.
    ¿En que medida estas nociones pueden arrojar luz sobre los entramados religiosos y políticos de la Argentina contemporánea? Esta discusión tomará en cuenta dos problemáticas empíricas heterogéneas. La primera refiere a la histórica cuestión de la separación entre las normas religiosas y las leyes del Estado, actualizada especialmente a partir de las nuevas legislaciones sobre el matrimonio igualitario y la identidad de género que evidencian fuertes posicionamientos y lecturas religiosas. La segunda refiere a la ‘efervescencia simbólica’ de la vida política actual, surcada por metáforas religiosas, narrativas heroicas sobre la nación y rituales de consenso y confrontación. Consideramos que este clima ideológico ofrece algunas aristas interesantes para vislumbrar otros puentes simbólicos entre la religión y la política.

Religión, ciudadanía y laicidad: la revitalización de un debate  
La problemática del laicismo se enlaza en la actualidad nacional a un conjunto de demandas mayores que involucran una ampliación de los derechos civiles en temas de fuerte resonancia social como el matrimonio, la sexualidad, la identidad de género, la muerte digna, la despenalización del aborto y del consumo de drogas, entre otras. Unido a esto se ubican otros proyectos de leyes de menor impacto pero igualmente sensibles, como la eliminación de símbolos religiosos de los espacios públicos y de los edificios administrativos del Estado. En la provincia de Salta y Tucumán otro tema medular atraviesa esta arena de discusión: la educación religiosa obligatoria en las escuelas públicas. Estos asuntos han motivado la acción sociopolítica de diferentes adscripciones religiosas, expresadas en manifestaciones públicas, solicitadas en medios de comunicación y alianzas estratégicas con otras asociaciones espirituales o con funcionarios políticos. Más allá de las diferencias doctrinales y de poder entre la Iglesia Católica y las diferentes confesiones evangélicas (autónomas en general y nucleadas en asociaciones o federaciones) esta problemática expresa, desde dichos puntos de vista, una afinidad de ser partícipes en una misma lucha de resistencia por “los valores”, “la moral” y los “hábitos culturales del pueblo argentino”, sentidos como fuertemente amenazados por el “avance del laicismo y el ateísmo”. 
La comunidad política nacional, provincial o municipal aparece a los ojos de estos actores religiosos como un espacio al cual es necesario involucrarse activamente. Esta cuestión presenta varias líneas de continuidad histórica por parte de asociaciones católicas o de iglesias protestantes como la Luterana y la Metodista, de importante actividad en el campo de los derechos sociales y humanos. No obstante, es algo reciente y progresivo en algunos sectores del vasto movimiento evangélico pentecostal, particularmente a partir de la crisis generalizada del 2001, donde se construyen variadas interpretaciones sobre la ‘realidad nacional’, la ‘justicia’ y la ‘corrupción’. En el norte salteño, donde realizo actualmente investigaciones antropológicas, este es un tema de crucial relevancia para muchos líderes y fieles. Pastores que reclaman en Templos, Fiestas Cívicas o Consejos Deliberantes municipales la atención y compromiso de los ciudadanos para no permitir que avance un recurso de amparo sobre la ley de educación religiosa provincial realizado en junio de 2010 por unos padres que argumentaron discriminación hacia su hijo por obligarlo a rezar. La constitución salteña ha declamado históricamente la enseñanza religiosa en las escuelas, que siempre fue estrictamente católica aunque la reforma de 1986 abrió el juego a que los hijos reciban la educación religiosa de acuerdo “a las propias convicciones de sus padres o tutores”. Sin embargo, recién en los últimos años -y especialmente a partir del señalado amparo- la acción conjunta de federaciones y consejos pastorales lograron ubicar algunos maestros evangélicos de religión en las escuelas a partir de consensuar temas transversales con los educadores católicos y así, por el momento más en la teoría que en la práctica, viabilizar una política educativa religiosa plural. “Lean los diarios para ver qué pasa con la educación religiosa, con la ley de identidad de género, con el proyecto sobre el aborto, infórmense, sepan de lo que se dice del país en otros lugares, la iglesia no solo es aleluya o bendiciones”, exhortaba a sus fieles un pastor pentecostal salteño en una predica reciente.

Puentes simbólicos: rituales políticos y metáforas religiosas 
La vida política nacional vive un momento de marcada efervescencia simbólica, expresadas en numerosas agrupaciones militantes, en disputas narrativas por el pasado, en regulares rituales partidarios, redes virtuales, blogs, campañas publicitarias y lemas electorales, entre otros. Los funerales de Néstor Kirchner catalizaron un punto álgido de esta efervescencia, abriendo el espacio a un ritual político que puso en correlación positiva creencias, solidaridades y emociones y actuó como eficaz mecanismo de legitimación del poder. 
La campaña nacional electoral del 2011, especialmente en las elecciones primarias, emerge asimismo como un espacio interesante para explorar las maneras en que algunas identidades y objetivos políticos fueron enunciados, para decirlo en los términos de la antropología clásica, en ‘el idioma de la religión’. Un idioma, no obstante, polifónico y solo comprensible en relación a la estructura coyuntural del país. El análisis de este proceso social sui generis, donde se escenifican creencias, ideales y pasiones colectivas a gran escala, puede ofrecer un espacio fértil para explorar los modos en que las categorías de religión y política se redefinen en situaciones sociales concretas y dinámicas. 
El imaginario del líder ejemplar es ciertamente inherente al partido justicialista y al movimiento peronista, pero “La fuerza de Cristina” amplificó los sentidos y emociones al condensar como símbolo dominante los valores del luto conyugal y el renacimiento social, expresados en formas semióticas y estéticas particulares. El candidato a gobernador de la provincia de Buenos Aires Daniel Scioli centró su campaña electoral en la cuestión de la creencia. “Creo en vos” fue su lema, que incluyó su comentado aviso de campaña “Yo creo en Dios”, donde el candidato y su esposa aparecen arrodillados en una iglesia en posición de recogimiento espiritual. Debajo de la foto de los cónyuges se ubicó un texto de cierta paráfrasis al credo católico, pero que ubica fundamentales símbolos clave del partido gobernante, como la autopercepción de protagonismo histórico y de estar viviendo una revolución sociocultural, junto a una marcada primera persona que reflexiona e interpela a la vez: “Yo tengo la necesidad de creer, porque eso me deja seguir viviendo” (Diario La Nación, Domingo 7 de agosto de 2011, p. 9). Y hasta el Partido Obrero de la mano de Jorge Altamira tuvo su “milagro” en las primarias, a partir de una campaña irónica lanzada por conductores televisivos y que tuvo una fuerte visibilidad social. Si negar la cuota de cinismo con la que se utilizó dicha categoría religiosa, el propio líder subrayó que lo importante fue “que el término adquirió una función movilizadora lo contrario de la espera resignada y pasiva que implica”, agregando que “los necios olvidan que numerosas guerras revolucionarias progresistas se libraron con un manto ideológico religioso (incluida aquí la expresión camuflada de religión que fue el racionalismo de la revolución francesa, que se convertiría en la adoración a un Ser Supremo de naturaleza laica)” (Documento elaborado por la conducción del Partido Obrero. PO 1190 18/8/2011).

La discusión presentada intentó actualizar las pregunta antropológica por los mecanismos simbólicos y sociológicos del poder, vislumbrando dos disímiles arenas sociales en donde los dominios de la religión y la política se intersectan en el contexto nacional actual. Solo en pos de abrir nuevos interrogantes y profundizar los establecidos, priorizamos aquí la mirada sobre un debate social de implicancias nacionales y provinciales, donde las llamadas “leyes laicas” aparecen en el centro de una polémica que involucra sentidos culturales y enfrentamientos ideológicos. Junto a esto, los ejemplos apenas esbozados emergentes de la campaña electoral nacional pueden ayudarnos a repensar estos puentes simbólicos, donde las metáforas religiosas adquirieron una relevancia central e implicaron, como el caso de Scioli y Altamira, algunos debates sobre la instrumentalización de valores y símbolos religiosos para fines políticos. 

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